Las mujeres eligen peinar canas, y lo hacen con orgullo
A pesar de ser naturalmente rubia, la productora musical uruguaya Valeria Piana hacía años que se teñía el pelo de negro. Se había hecho un corte a lo garçon, bastante corto, y le parecía que el azabache quedaba mejor con ese estilo y con los labios rojos, que siempre usa. No toleraba ni un milímetro de crecimiento y, por eso, se podía llegar a hacer la tinta ella misma a las cuatro de la mañana, con tal de que no asomara su rubio original, o, en el último tiempo, las canas. Un verano fue a Cabo Polonio con amigas e hizo una excepción a su régimen estricto de teñido. “Estaba en la playa, nos sacamos una foto y cuando la veo noto unos destellos plateados que me estaban creciendo. Me vi iluminada y dije: ‘Qué hermoso'”, recuerda.
En ese momento, a los 42 años, decidió dejar el azabache atrás y abrazar el pelo plateado que le había traído la edad. Y si bien en su círculo hubo quienes le dijeron que debería volver a teñirse, la respuesta fue positiva, incluso la paran en la calle para felicitarla. “Me siento muy feliz, me encanta, no siento que me envejezca. Creo que también aporta a mi impronta que desde hace años me pinto los labios de rojo, hasta para ir al almacén. La gente me para por la calle para preguntarme qué me hice, las mujeres me dicen que me queda hermoso permanentemente”, cuenta.
Valeria forma parte de un creciente número de mujeres que eligen dejarse las canas, un fenómeno cada vez más notorio en todo el mundo. Las causas son varias. Para empezar, en los últimos años y con una nueva generación de feministas se ha empezado a hablar de la “belleza real” y de la aceptación de características que otrora eran vistas como negativas: curvas, pecas, arrugas y canas. Ahora todas esas singularidades resultan atractivas.
En 2014 las sociólogas de la universidad de Kent Julia Twigg y Shinobu Majima escribieron una tesis sobre cómo cambió la forma en la que las personas envejecen en sociedad. Allí explicaban que “la vejez sufrió una transformación a finales del siglo XX, consecuencia de los cambios en relación con el trabajo, la familia y la identidad individual. Entonces, ya no hay un lineamiento sobre cómo envejecer, las expectativas sobre qué es apropiado a cierta edad ahora son altamente individuales. Cada uno envejece de la manera que quiere, no de acuerdo a lo que le dicen los demás”. Esa transición se fue profundizando cada vez más con el paso del tiempo.
Por ejemplo, en la última gala de los Premios Oscar, Jane Fonda -hoja de ruta de lo que es envejecer con gracia- apareció en la alfombra roja repitiendo un vestido escarlata que ya había usado años atrás y con el pelo gris, luciendo sus canas con orgullo, en lugar del clásico dorado que tenía desde hacía décadas. También de rojo y con canas asistió Helen Mirren, mientras que Jamie Lee Curtis eligió un vestido blanco, a tono con su cabellera.
La cana es algo muy asociado a la edad, al envejecer, pero en Hollywood las actrices más jóvenes también empiezan a animarse a aparecer en público con crecimiento o con algunos cabellos blancos, entre ellas están Katie Holmes, Gwyneth Paltrow, Demi Moore y Salma Hayek. Esto, décadas atrás, hubiese sido impensable, porque en la industria el derecho a no teñirse era algo exclusivo de los hombres. Incluso, existe un nombre para los canosos atractivos, silver fox (lobo plateado). Las cosas, de a poco, están cambiando.

Jane Fonda en la entrega de los Oscar 2020. Foto: EFE.
Y no es un fenómeno exclusivo de las actrices. La editora de moda de Vogue UK, Sarah Harris, desde los 30 luce la cabellera plateada; la duquesa de Cambridge Kate Middleton ha aparecido con crecimiento y la reina Letizia de España ha dejado ver algunos mechones ceniza; Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, usa el pelo blanquísimo, contrastando con su permanente bronceado; y la exsecretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton mezcla sus canas con algunos reflejos dorados. Esto tiene un efecto en el resto de las mujeres, que al ver que sus referentes se liberan de la tiranía de la tinta, se animan a hacer lo mismo en sus casas, aunque no sean actrices, políticas o iconos de moda.
“Creo que es un momento especial, que está buenísimo. Es una forma de estéticamente reflejar nuestro pensamiento, por ejemplo, quienes deciden llevar una vida alineada con lo natural, tiene sentido que quieran dejar de consumir productos agresivos. También tiene que ver con el empoderamiento y la seguridad femenina. Va quedando atrás la idea de la mujer perfecta, se aceptan otros cuerpos, las imperfecciones. Las nuevas generaciones están mirando eso. La actitud y la personalidad sobresalen”, explica el estilista uruguayo Diego Alfonso, que asegura que cada vez más mujeres acuden a su salón en busca de dejarse las canas (y él mismo las luce).
Una comunidad en Instagram. Pero hoy en día no todo pasa por los famosos, sino que las redes sociales juegan un rol importante a la hora de transformar los paradigmas de belleza. Por ejemplo, en Instagram existen varias cuentas que muestran cómo las mujeres pueden lucir las canas con orgullo y que, en lugar de ser algo a cubrir, es parte de su encanto y su belleza. Una de las pioneras fue @grombre (nombre que surge de la combinación de las palabras gray y ombré), una comunidad que se define como “una celebración radical del fenómeno natural de la cana”.
Allí, diferentes mujeres comparten tips, consejos y reflexiones en torno al tema, para apoyarse las unas a las otras. Porque, si bien es un fenómeno creciente, no dejan de existir los comentarios poco felices de quienes no se acostumbran a que las mujeres quieran exhibir sus canas, entonces encontrar una comunidad online para apoyarse es de gran ayuda. También están las cuentas de diferentes mujeres que se han convertido en referentes en el tema, como Pino Montesdeoca (@pino_montesdeoca), Shauna (@chicover50) y Caroline Labouchere (@carolinelabouchere), que lucen sus canas con orgullo y alegría.
En estas cuentas, a la que llegó gracias a varios hashtags, encontró inspiración la uruguaya Eugenia Noya cuando decidió dejarse las canas. Eugenia, que trabaja en el área de marketing y es fanática del maquillaje, se tiñó toda la vida. Sus primeras canas aparecieron cuando tenía alrededor de 18 años y, desde entonces, experimentó con diferentes colores para cubrir el gris, que no le gustaba y no la hacía “sentir cómoda”.
A los 41 le diagnosticaron cáncer de mama y, como consecuencia de la quimioterapia y la radioterapia, perdió el cabello. Cuando empezó a crecer, era otro, más grueso y ondulado. “Fue un proceso revolucionario para mí, más allá de las canas en sí mismas. Lo primero fue encontrar un corte para ese pelo raro, ondulado, que me quedara bien. Después, el color en unas zonas estaba muy oscuro y en la peluquería me asesoraron. Me decoloré primero y después, cuando fue creciendo, me hice unos claritos que se mezclan con mis canas naturales. Amigarme con ellas no fue fácil al principio, pero ahora estoy muy contenta”, cuenta.
Ahora, en su propia cuenta (@nia8791), donde tiene casi 4.000 seguidores, Eugenia documenta los cambios en su cabello y motiva a otras mujeres a que se dejen las canas. “Yo creía que las canas avejentaban y por algo me teñí por muchísimo tiempo, pero me parece que si uno se ayuda del corte o del maquillaje, si adaptás hasta tu ropa y revisás qué colores te quedan bien a la cara, que capaz que no son los mismo que antes, cuando armás un paquete completo, creo que eso te da más seguridad”, opina.
Ganar en libertad. Lo más complicado puede llegar a ser el proceso, que hace que algunas mujeres abandonen la idea de las canas antes de completarlo. Salvo aquellas excepciones que nunca optaron por teñirse, la mayoría debe pasar por una etapa en la que tiene la mitad del pelo de un color y la otra mitad de otro, algo que puede ser visto como desprolijo. Para eso, quienes transitaron ese camino coinciden en que es clave dar con un peluquero que apoye la transición.
Eso sí, una vez que se logra dejar atrás el teñido, las recompensas son varias.
Una de las grandes ventajas es que se “gana en libertad”, como explica Piana, que solía hacerse el color cada dos o tres semanas. “No me divertía estar tiñéndome a las 4 de la madrugada, era la tortura máxima”, agrega. Esto también puede representar un ahorro significativo para aquellas mujeres que solo se hacen la tinta en la peluquería.
Además, la productora cuenta que ahora no tiene que lavar el cabello tan seguido como antes, porque la cana es más seca y con hacerlo una o dos veces por semana alcanza. Eugenia, por su parte, usa un shampoo matificador que tiene tonos violetas, lo que le permite “apagar” los tonos amarillos que puedan llegar a surgir -aunque eso depende de la cana que tenga cada uno- y además se hace máscaras hidratantes.
“Hay diferentes tipos de canas, hay gente que tiene una cana más fuerte, más encrespada, más rebelde. En cuanto al color, puede ser blanca o puede ir hacia el amarillo, que no gusta tanto. Para eso hay productos que hacen que lo puedas contrarrestar, shampoo o cremas que son violetas, que le dan más brillo y bajan el amarillo. Ahora tenemos líneas específicas para tratar las canas, para que se vean más sueltas, para que tenga más volumen, está todo ese soporte que antes no existía”, explica Alfonso. Algunos estilistas recomiendan, además, usar productos con protección UV para conservar sano el cabello y que en verano no cambie de color.
Pero, más allá de elegir determinado producto, en lo que todos coinciden es que lo único realmente imprescindible es un buen corte y mucha actitud.
¿Qué son las canas?
Las canas son cabellos que están perdiendo su contenido de melanocitos -células productoras de la melanina-, un pigmento que producen los folículos pilosos. Existen distintos tipos de melanocitos, que dan origen a un pelo negro, castaño, rubio o rojizo. Con los años, estas células van desapareciendo, por lo que el pelo se aclara y aparecen las canas. Por lo general, el proceso comienza a los 30 años, pero hay quienes ya ven sus primeros cabellos blancos en la adolescencia, mientras que en otras personas se retrasa su aparición hasta más allá de los 50 años.
La genética es responsable en un alto porcentaje del momento de la aparición y de su intensidad, pero también influyen las características étnicas. Por ejemplo, los asiáticos o los amerindios lo sufren menos. Algunos factores ambientales, el estrés o el tabaquismo también podrían afectar. Las primeras canas suelen aparecer en las sienes y en la parte superior de la cabeza. Luego se van extendiendo, aunque el reparto de canas por todo el cuero cabelludo no siempre es uniforme.
Si se arrancan, un nuevo cabello crecerá en ese mismo folículo, pero seguirá siendo canoso ya que contendrá los mismos melanocitos en el bulbo piloso. Así que lo único que se consigue tras arrancar una cana de forma sistemática y repetitiva, es la posible cicatrización del folículo y consecuentemente la desaparición definitiva de ese cabello.
Actualmente, y de acuerdo a varios estudios, alrededor de 85% de las mujeres estadounidenses se tiñen el pelo. En 1950 la cifra era del 7%.. Fuente Galeria